Una arquitectura exquisita que solo la maestría y la sensibilidad de Alejandro Dolina es capaz de sostener.
Luego de la muerte del escritor Sergei Vidal Morozov, su casa editorial le encarga a Franco de Robertis una edición anotada de cuentos póstumos. La elección no es casual: De Robertis ha sido, a lo largo de gran parte de la carrera del reconocido autor, su colaborador más estrecho, un subordinado intelectual –también emocional– en una relación que, como sostiene el propio anotador, tiene “la edad de su memoria”.
Sin embargo, una vez lanzado a su métier, las cosas parecen salirse de cauce, y aquello que de entrada estaba planeado como una tarea panegírica cede el paso a una inesperada incontinencia textual. De Robertis destila en sus notas una historia otra que poco parece tener que ver con el libro madre. Una trama subterránea poblada de situaciones inéditas y personajes de lo más variopintos: el mismísimo Morozov y un documental hecho con un grupo de niños actores, amores cruzados, un diamante maldito, traiciones, secretos, celos, luces y sombras.
Literaria, teatral, policial, infinita, alucinada, profunda y a la vez divertida: así es Notas al pie, la nueva novela de Alejandro Dolina. Un universo con sus propias reglas que se despliega frente al lector como un juego de cajas chinas. Una arquitectura exquisita que solo la maestría y la sensibilidad del autor de clásicos como Crónicas del Ángel Gris y Cartas marcadas son capaces de sostener.
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